El corazón alegre constituye buen remedio; Mas el espíritu triste seca los huesos. Proverbios 17:22
A lo largo de la Biblia, se nos dice que nos regocijemos en el Señor (Salmo 32:11; Isaías 41:16; Filipenses 3:1; 4:4). Por supuesto, eso no siempre es fácil, sobre todo con los retos que surgen cada día. ¿O no lo es? ¿Qué es exactamente la alegría? ¿Y cómo puede brotar de nosotros la alegría? Lo primero que tenemos que entender es que hay una diferencia entre la alegría y la felicidad.
La felicidad suele tener una causa externa. La gente es feliz cuando las cosas van conforme a lo que ellas consideran que es para su bienestar, cuando tienen lo que desean y pueden hacer aquello que según su voluntad se han planteado hacer. La alegría, sin embargo, es el resultado de algo que ocurre dentro de nosotros; tiene una causa interna.
La alegría es una emoción permanente que Dios da a Sus hijos mediante la obra del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23). Por tanto, la fuente de nuestra alegría es, en realidad, nuestra relación personal con Jesús. Es el resultado de que el Espíritu Santo nos conforme a la semejanza de Cristo y exhiba las características de Jesús a través de nosotros. Incluso cuando nos enfrentamos a dificultades, podemos seguir teniendo alegría porque el Espíritu Santo nos recuerda la presencia y las promesas de Dios (Juan 14:26-27).
Sin embargo, podemos perder la alegría cuando pecamos contra el Señor o nos negamos a creer en Su Palabra, obstaculizando así la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Amigo, la intención de Dios es que Su pueblo se regocije, y por eso te ha dado el impresionante don de la alegría. Por tanto, independientemente de lo que estés pasando, confía en el Padre, pasa tiempo con Él y cree en Su Palabra. Ésas son las condiciones perfectas para que el Espíritu Santo exprese Su alegría a través de ti. Y la alegría del Señor será tu fuerza (Nehemías 8:10).
Padre, confieso los errores que me alejan de Ti y decido creer en Tu Palabra. Espíritu Santo, obra Tu alegría en mí y a través de mí para que pueda regocijarme en Tu nombre. Amén.
