Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. 1 Juan 5:11-12
Desde tiempos antiguos, muchos pueblos fueron privados de su libertad a través de la esclavitud. Sometidos a un yugo cruel, se les negaba la posibilidad de ser libres y eran forzados a servir y prácticamente vivir para sus captores. En la actualidad, diversas organizaciones humanitarias internacionales se esfuerzan por erradicar esta práctica.
A pesar de estos esfuerzos, ¡la esclavitud aún persiste! pero además de ese tipo de esclavitud física, impuesta por otros, incluso tú podrías estar experimentando una forma de esclavitud sin siquiera darte cuenta.
El miedo es hoy una de las principales formas de esclavitud del hombre: miedo a no cumplir un objetivo, miedo a no llegar a una expectativa que otros han puesto sobre ti, miedo sobre lo que podría pasar y escapa de tu control. Reflexiona: ¿cuántas cosas desearías hacer pero no haces por miedo? Este sentimiento es sutil y socialmente aceptado, incluso entre los cristianos, porque opera de manera discreta, manteniendo a las personas atrapadas en las cadenas de sus propias angustias, frustraciones y preocupaciones individuales. Como una serpiente que se desliza por la hierba alta para atacar a su presa, el miedo inyecta su veneno paralizante en nuestras vidas.
No obstante, es posible romper los grilletes del miedo de una vez por todas y alcanzar la libertad a través de Jesús. Él vino para liberarnos. Jesús posee la llave para abrir todas las prisiones del miedo en las que hemos estado viviendo.
Es esencial adoptar un estilo de vida libre de este pernicioso sentimiento, que nos priva del regocijo que el Señor quiere en nuestras vidas, y nos impide avanzar en la grandiosa voluntad que Él desea materializar en nosotros. Aunque es un desafío, te aseguro que es enormemente gratificante. En lugar de concentrarte en el miedo y en las preocupaciones cotidianas, te invito a explorar pasajes de la Biblia que fortalezcan tu resolución de enfrentar al enemigo.
Y es que La Palabra de Dios tiene el poder de derribar fortalezas. Cuando el Diablo tentó a Jesús en el desierto, Jesús lo venció usando la Palabra. Si llevamos la Palabra en nuestro corazón, y hacemos de ella el camino que guíe cada una de nuestras obras, nosotros también venceremos.
Dios Te Bendiga.