Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. (Génesis 12:1-2)
Piensa en la historia de Abraham. A la edad de 75 años, casado con Sara, que era estéril, fue llamado por el Señor para abandonar su tierra y viajar a un lugar desconocido para ser el padre de todas las naciones, un hombre improbable, por todas sus circunstancias, llamado por Dios para un hecho que a los ojos del ser humano, serían también improbables.
Hay muchas discusiones sobre la edad de Abraham, sobre si se contaría como contamos hoy o no. Independientemente de cómo se cuente, el hecho es que muchas personas mucho más jóvenes ya están colgando las botas y no persiguen sus sueños. Abraham, sin embargo, creyó en las promesas del Señor y tuvo paciencia para verlas cumplidas.
Las circunstancias dicen que no, y el desierto de la desesperanza y la angustia, a menudo intenta paralizarnos, pero sólo vive el sueño de Dios quien está realmente dispuesto a superar ese desierto, a vencer las circunstancias contrarias, a vencer las dificultades de la vida y sobreponerse a las barreras que surgen. Quizá te preguntes cómo puede alguien hacerlo. Es una buena pregunta. La Biblia dice que sin fe es imposible agradar a Dios. Así que creo que éste es el primer requisito. Ten fe en el Dios que promete y recuerda que es Él, el único capaz de cumplir.
Quizá estés viviendo días difíciles y no tengas perspectivas de mañana porque han surgido muchas luchas en tu presente, pero comprende una cosa: tus sueños y proyectos se harán realidad a su debido tiempo y según tu perseverancia. Ten paciencia, porque Él es fiel y justo para darte todo lo que te ha prometido. Camina con confianza en la promesa de Dios, y tus pasos te conducirán a al destino que El Señor ha preparado para Ti.
Dios Te Bendiga.