Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Santiago 1:4
¿Has llegado alguna vez a un punto en el que has pensado: “Ya no puedo más” o “Hasta aqui he llegado”? Tales pensamientos pueden alterar significativamente la trayectoria de nuestra vida. Exploremos tres fuentes potenciales de estos sentimientos.
El enemigo y sus secuaces: El demonio no es un personaje de películas con fea y tenebrosa apariencia, por el contrario, es astuto en incrustarse en nuestros pensamientos, actitudes y acciones, solapadamente, como el ladrón que sigilosamente biene a robar un preciado bien. De alli que Su sigilosa interferencia puede tentarnos a abandonar la espera de respuestas en Dios y, en su lugar, buscar nuestras propias vías de escape. El adversario también puede intentar desviar nuestra atención de Jesús hacia nuestros sentimientos negativos. Haciéndonos sentir derrotados y sin esperanza, pues el es experto en desviar eficazmente nuestra atención del Señor.
El mundo que nos rodea: Los no creyentes suelen estar dispuestos a ofrecer sus consejos a los fieles. Es crucial que discernamos la sabiduría de Dios para distinguirnos de sus perspectivas, sin dejar de comprometernos lo suficiente para transmitirles el mensaje de esperanza de Dios.
Nuestros propios deseos: Naturalmente gravitamos hacia lo que es placentero y ventajoso para nosotros mismos, pero el camino de Dios es invariablemente el mejor y el más satisfactorio.
Si alguna vez se te ha pasado por la cabeza la idea de abandonar, es probable que te hayas visto afectada por una o varias de estas influencias. Sin embargo, Dios tiene una razón significativa para permitir las pruebas en nuestras vidas: Fomentan la resistencia, que ayuda a nuestro crecimiento como cristianas. Cuando adoptamos este punto de vista, podemos encontrar alegría en nuestros desafíos, como las mismas Escrituras nos afirman: Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. (Santiago 1:2-3)
Señor, recuérdame que cuando las circunstancias difíciles toquen a mi puerta, puedo contar contigo, como mi fuente de auxilio y refugio, sabiendo que en la dificultad se curte mi paciencia y se fortalece mi fe. Gracias Padre por tu fidelidad. En El Nombre de Jesús, Amén.
