Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado. Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. (Salmos 27:3-4)
He conocido el dolor de la soledad y el aislamiento emocional a lo largo de mi vida, pero Dios nunca me ha abandonado a estos sentimientos. A lo largo de los años, me ha enseñado a acercarme a Él en lugar de ceder a la autocompasión y la desesperación.
No podemos negar los sentimientos de soledad, ni podemos permitirnos revolcarnos en ellos. El salmo de hoy revela cómo se enfrentó David a su sensación de aislamiento.
Clamó al Señor (Salmo 27:7). Dios está cerca de los quebrantados de corazón y escucha nuestras oraciones.
David recordó la ayuda del Señor (Sal 27,9). Incluso en la desesperación, deberíamos esforzarnos por recordar la fidelidad pasada de Dios hacia nosotros.
Pidió a Dios que le guiara y le enseñara (Salmo 27:11). En lugar de encerrarnos en la autocompasión, debemos acudir a la Palabra de Dios para aprender Sus caminos.
David creía que vería la bondad de Dios (Salmo 27:13). La confianza en la bondad de Dios nos ayuda a mirar más allá de nuestras emociones actuales.
Esperó al Señor (Salmo 27:14). A Su tiempo, Dios nos sacará de la sombra del aislamiento.
Aunque la soledad es dolorosa, también es una oportunidad para acercarnos al Señor. En lugar de volverte hacia dentro, utilízala para crecer hacia arriba.
Señor, en momentos de soledad, recuérdame Tu fidelidad y la forma en que has confortado a Tu pueblo en las grandes revelaciones de Tu Santa Palabra. Que recuerde que nunca me dejas sola, sino que velas por mi con amor de Padre y pones a mi alrededor, aún cuando no pueda percibirlo a primera vista, todo lo que necesito para sentir Tu resguardo y Tu cuidado en cada paso que doy. Gracias Padre, por tan grande fidelidad. En El Nombre de Jesús, Amén.
