El caballo se alista para el día de la batalla; Mas Jehová es el que da la victoria. (Proverbios 21:31)
Cuando el enorme ejército arameo rodeó la ciudad de Dotán, el profeta Eliseo se mostró sorprendentemente indiferente ante su demostración de fuerza. Su criado Giezi, en cambio, vio aquella multitud de soldados, caballos y carros y se quedó absolutamente aterrorizado, como lo estaría cualquier persona normal. Gritó: “¡Ay, señor mío! ¿Qué haremos?” (2 Reyes 6:15).
Eliseo mantuvo la calma y respondió: “‘No temas, pues los que están con nosotros son más que los que están con ellos’. Entonces Eliseo oró y dijo: ‘Te ruego, Señor, que abras sus ojos para que vea’. Y el Señor abrió los ojos del siervo y vio; y he aquí que la montaña estaba llena de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo” (vv. 16-17).
Mientras Giezi veía al enemigo acampado alrededor de la ciudad, Eliseo percibió la mayor realidad espiritual: que Dios ya estaba luchando y ganando la batalla por ellos. Así fue como el profeta pudo mantenerse confiado y seguro a pesar de las amenazas del enemigo: comprendió que el Señor lo tenía todo bajo control.
Este relato bíblico puede y debe ser instructivo para ti hoy. Existe una realidad invisible -la perspectiva espiritual de la situación a la que te enfrentas- que es muy distinta de lo que percibes con el ojo humano. Puede que veas tantos problemas alineados contra ti que te sientas absolutamente desesperanzado. Pero no es así como Dios ve tu situación. Sólo está esperando que reconozcas Su victoria con fe. Así que hazlo: obedécele y confía en que Él prevalecerá. Porque con Él luchando por ti, el triunfo siempre está asegurado (1 Corintios 15:57).
Padre, abre mis ojos espirituales y muéstrame cómo luchas por mí. Confío en que Tú ya has ganado estas batallas por mí y me estás llevando a la victoria. En El Nombre de Jesús, Amén.