Alaben la misericordia de Jehová, y sus maravillas para con los hijos de los hombres. (Salmos 107:8)
En el Antiguo Testamento encontramos una historia interesante sobre cómo el rey Josafat se comportó de un modo inusual cuando sus enemigos le hicieron la guerra. En lugar de enviar primero a su ejército, envió al coro y a los músicos.
Imagínate la escena: “Muy bien, chicos, éste es el plan de hoy: hay un ejército ahí fuera, armado hasta los dientes. Así que enviaremos a nuestro coro y a nuestros músicos”. Si yo hubiera sido miembro del coro o de los músicos, me habría preguntado si al rey le gustaba realmente nuestra música. Pero Dios había guiado a Josafat en esta inusual táctica de batalla. Leemos en 2 Crónicas 20:21 que Josafat designó a personas para que cantaran al Señor y le alabaran por el esplendor de su santidad, yendo a la cabeza del ejército, cantando: “Damos gracias al Señor, porque es eterno su amor”. Y eso fue exactamente lo que hicieron. La Biblia nos dice que cuando empezaron a cantar y a alabar, Dios envió una emboscada contra el enemigo y éste fue destruido. El pueblo de Dios pudo enfrentarse a una situación así dando gracias, porque Él tenía el control.
Cuando nos acercamos a Dios para pedirle nuevas bendiciones, nunca debemos olvidar dar gracias por las bendiciones que ya nos ha concedido. ¿Has clamado recientemente a Dios pidiendo Su ayuda y te ha respondido? ¿Y has vuelto a decirle “gracias”? Si nos paráramos a pensar cuántas oraciones ofrecidas a Dios han sido respondidas, y cuán pocas veces volvemos a Él para darle las gracias, nos sorprenderíamos. Debemos ser tan deliberados al dar gracias a Dios como al pedir su ayuda.
Dios misericordioso, tú satisfaces el alma anhelante y llenas de bondad el corazón hambriento. Cuando tengo hambre de propósito y plenitud, me dirijo a ti. Apaga mi sed, sacia mi alma y condúceme a la vida abundante que se encuentra en tu presencia. En El Nombre de Jesús, Amén.
Oración:
“Padre Celestial, Tú estás cerca de todos los que Te invocan, escuchando fielmente nuestras súplicas. Tu amor y compasión son infinitos, y se extienden para abrazarnos en nuestras luchas más profundas. Cuando nos acercamos a Ti, encontramos consuelo y refugio. Enséñanos a buscar Tu presencia de todo corazón, a confiar en Tu bondad que es perfecta y por ende, nunca falla. Que nuestras vidas reflejen Tu fidelidad, para que otros puedan ver y alabar Tu nombre. En todas las circunstancias, confiamos en Tu amor que es la verdadera fuerza, sabiendo que Tú tambíen eres nuestra ayuda hoy y por siempre. En El Nombre de Jesús, Amén”.