Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. (Mateo 5:3)
La promesa de hoy, trata de la primera bienaventuranza enunciada por Cristo que es la corona de todas las afirmaciones posteriores.
En ella afirma que el Reino de Dios pertenece a quienes reconocen su propia miseria espiritual. Es lo contrario de la autosuficiencia. Los pobres de espíritu reconocen su bancarrota espiritual y su necesidad urgente de la gracia de Dios.
Todo ser humano está privado de la gloria de Dios, pero la mayoría no ve su propia miseria y vive su vida como si Dios no existiera. Pero hay quienes han sido iluminados por el Espíritu Santo y se les han abierto los ojos; han visto la inmundicia de sus pecados y han llegado a anhelar la liberación de esta esclavitud por la gracia de Cristo.
No hay ninguna promesa bíblica para los altaneros, los arrogantes, los orgullosos, los autosuficientes. Un corazón transformado por Cristo luchará contra estas malas inclinaciones.
Pero a los que se saben arruinados y manchados que claman humildemente por la gracia, la Biblia les dice: ¡el Reino de Dios os pertenece!
Al igual que Cristo se despojó de sí mismo, el pobre de espíritu también se despoja para recibir el verdadero tesoro: la presencia de Dios en su corazón.
Oración:
Amado Señor, con humildad, nos acercamos a Tu presencia, buscando sabiduría y comprensión. Al meditar en Mateo 5:3, encontramos consuelo en la bienaventuranza de los pobres de espíritu. Señor, enséñanos a reconocer nuestra pobreza espiritual, reconociendo nuestra desesperada necesidad de Ti. Ayúdanos a renunciar a nuestro orgullo y a abrazar la humildad, pues es en nuestro quebrantamiento donde abunda Tu gracia. Concédenos el valor de depender únicamente de Tu fuerza, sabiendo que la verdadera plenitud reside en una profunda relación contigo. Que nuestras vidas reflejen la bendición de buscar Tu reino por encima de todo. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.