Entonces se echó José sobre el rostro de su padre, y lloró sobre él, y lo besó. (Génesis 50:1)
La conclusión del Génesis es un texto lleno de fuertes emociones. Aquí vemos la preocupación de José por atender la petición de Jacob de enterrarlo con sus padres. Fíjate en la forma precavida, de actuar, de José al pedir la bendición del faraón para pasar a Canaán (en una época en la que los cristianos no saben someterse a las autoridades públicas, y mucho menos a las eclesiásticas, y por ello este ejemplo es inspirador). Es de destacar el miedo que los hermanos de José empezaron a tener de él, hasta el punto de mentir porque temían por su vida. José está por encima de ellos y de sus tramas, comprendiendo que Dios tenía el control de su vida (vv.19,20).
José se convierte en el protagonista de la preservación de la nación israelita y de su establecimiento en Egipto. Y, fielmente, cumple su papel, declarando que su muerte es una página más de la historia divina. Después de todo, la obra era del Señor, no de él. Él era sólo un instrumento, pero el Señor preservaría al pueblo y lo sacaría de Egipto, como se le prometió a Abraham, Isaac y Jacob (vv.24-26). La última petición de José es inspiradora: “cuando Dios te visite, saca mis huesos de aquí”. No quedaría ni un hueso de los fieles en Egipto, pues el Señor los libraría.
Reclamemos hoy esa promesa y tengamos la seguridad de que, por Nuestro Padre Celestial, seremos librados de nuestro Egipto y puestos en tierra de bendición, de abundancia y de prosperidad.
Oración:
Señor, que deje prevalecer siempre, como lo hizo José, Tu grandiosa obra en mi vida y no mi propia voluntad; el destino al que me llevas es más grande y mejor de lo que puedo imaginar. En El Nombre de Jesús, Amén.