Aconteció en aquel tiempo, que Judá se apartó de sus hermanos, y se fue a un varón adulamita que se llamaba Hira. (Génesis 38:1)
Génesis 38 es una historia paralela al relato de la vida de José. Por un momento, el autor bíblico se centrará en la vida de Judá y mostrará cómo fue su formación cuál la de un árbol cuya semilla es plantada para luego con paciencia cosechar la sombra frondosa y refrescante del mismo. Ese texto tiene su relevancia porque de esa formación de Judá podrá desarrollarse la vida del Mesías. De los tres hijos de Judá, dos son malvados y por ello son asesinados por el propio Dios. Él es el Creador Soberano, y da la vida y la quita según sus propósitos soberanos.
Obsérvese que en una circunstancia inusual, Judá, ya viudo, acaba uniéndose a su nuera, y de esta descendencia nacen dos hijos, Pérez y Zerah. La descendencia de Judá no se contaría a partir de los primeros hijos, sino de estos dos. Una vez más, observa cómo Dios va en contra de las expectativas y conduce la historia a su manera. Dios es soberano y nada cambiará esa prerrogativa. Él hace lo que es mejor para Su creación y por ello, como creyentes debemos tener como prioridad que su nombre sea exaltado, con nuestra boca y con nuestras acciones.
Génesis 38 me muestra que Dios a menudo nos sorprende con su forma de actuar. Y cuando lo hace, es por el bien del hombre y para que este le sigua, glorificando Su Santo Nombre.
Oración:
Señor, que reciba cada una de las sorpresas y bendiciones que pones en mi vida con gratitud, y que, durante la prueba entienda que ella también es una dádiva porque sé que de la misma, me entregarás una lección para acercarme a Ti y servirte en mayor compromiso de la manera que deseas y esperas de mi. Que asi sea, Padre. En El Nombre de Jesús, Amén.