Las tentaciones, son las trampas silenciosas que el enemigo, aún sin nosotros darnos cuenta, coloca en nuestro camino para alejarnos de cumplir la voluntad gloriosa que Dios ha puesto de manera única en la vida de cada uno de sus hijos. Y es que por su naturaleza, el enemigo es mucho más astuto, inteligente y sagaz que nosotros, y no le resulta difícil ponernos a prueba y profundizar nuestras debilidades, y allí tiene otra ventaja, no le cuesta nada saber donde somos más falibles y en ese punto es que concentrará todo su ataque.
El apóstol Pablo fue claro: Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Pero cómo luchamos entonces contra estos principados? hasta donde llegan las fuerzas de el Señor, y hasta donde nuestra voluntad para aplicar los cambios que Dios desea que ejecutemos para que podamos vestir su armadura?, que demás está decirlo es impenetrable, sin importar el enemigo.
En este artículo estudiaremos 4 formas de combatir las tentaciones del enemigo y cumplir nuestro lado de la tarea, para que el cuidado de Nuestro Padre Celestial que siempre es cumplido, pues el no falla, llegue de manera eficiente a nosotros y nos libre de todo mal.
Pero antes de comenzar tengamos claro lo siguiente, no dejaremos de estar expuestos a situaciones que prueban nuestra fe y que buscarán poner una barrera entre nosotros y el plan de Dios: Ser tentados a una accion deshonesta, a un sentimiento malsano, a un vicio, a una pasión desordenada que nos lleve a lujuria, adulterio, pornografia y tantos otros males que hagan, primero, entristecer a nuestro Padre y contravenir Su Palabra y voluntad, y luego destruir nuestro cuerpo, que como, tajantemente lo establecen las Santas Escrituras, es sagrado templo del Señor.
Estemos atentos, entonces, oremos y perseveremos, y veamos algunas maneras de luchar contra la tentación que desea afligirnos, robarnos la paz, y desagradar al Señor.
1 – Desvía tu atención a otra cosa: Si la tentación permanece en tu mente, te dominará y será una batalla perdida. Por eso, cuando llegue el pensamiento o la situación de caída, desvía tu atención a otra cosa para que ese pensamiento sea sustituido y no alimentado. Ganar esa primera batalla mental, buscando otras actividades y rutinas tanto en las congregaciones con nuestros hermanos como en nuestras actividades personales, será de gran ayuda.
2 – Comparte tu lucha con un hermano: contar con la ayuda de una persona de confianza y espiritualidad es también una manera de combatir las tentaciones. Desde el momento en que hablas del asunto con alguien a quien Dios ha puesto en tu vida para ayudarte, ejercitas la humildad de reconocer que ya no puedes vencer solo y Dios da gracia a quien actúa de esa forma.
3 – Evita las ocasiones de caer: si eres consciente de tu vulnerabilidad ante una determinada situación de pecado, entonces debes evitar el contacto con tales ocasiones, porque en la lucha contra el pecado vence quien huye de él. Una persona con vicio en los juegos de azar, o en la bebida, deberá a toda cosa evitar la oportunidad de que su vicio lo encadene una vez más, no concurrir a lugares de apuestas, mucho menos a bares en el caso del vicio del alcoholismo y mantenerse en oración constante, pues Dios no desampara al justo ni al que busca seguirle y en sus momentos perfectos, le dará la gracia para resistir, hasta sin esfuerzo, los embates del enemigo.
4 – Aliméntate de la Palabra: no puedes olvidar que el enemigo conoce la Palabra de Dios mejor que cualquiera de nosotros, por lo que debemos alimentarnos constantemente de esta Palabra, que es capaz de vencer sus trampas y artimañas. Como hizo Jesús en el desierto, también nosotros debemos utilizar la Palabra para luchar contra las tentaciones del mal y como ella misma lo establece, servirnos de una de las mas poderosas armaduras sobre la tierra, la Palabra del Señor, junto a la oración permamente y constante pidiéndole al Señor su fuerza y Su guía, que sin dudas, nunca nos negará.