Escucha:
“Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo” (Lucas 10:33-37)
Piensa:
Uno de los precursores más importantes de la formación de Estados Unidos como país libre fue Thomas Jeferson. Su aporte fue fundamental al redactar el primer borrador de la declaración de independencia en 1776 en la que afirmó que poseemos derechos inalienables otorgados por Dios. No obstante, hasta en democracia existen debates sobre el acceso de unos y otros a los mismos derechos de una forma justa.
Como creyentes es posible contemplar nuestros derechos desde otra perspectiva. Haciendo cada día más fuerte nuestra fe en el poder de Dios para proveer lo que necesitamos y dar cuenta de los pasos que emprendemos, podemos descansar en el Señor las preocupaciones propias y enfocar nuestras acciones a servir, haciendo del servicio un derecho del que gozamos como hijos de Dios.
Observar el servicio como un derecho y no un deber, abre nuestro corazón a ayudar de manera desprendida. No observamos tender nuestra mano como una obligación, sino como una decisión que tomamos, desde nuestra fidelidad y confianza en Dios, para rendirle gloria. Justo como el buen samaritano que en las escrituras de hoy, movido por su misericordia, se sirvió de su derecho de ayudar, para rescatar y sanar de aquellos ladrones al hombre agredido, que había sido ignorado, tanto por el levita, como el sacerdote que frente a él habían pasado.
Vayamos entonces, como hijos de Dios, siendo hacedores de bienes, justo como Jesucristo que dando muestras de que el Señor estaba en él anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos (Hechos 10:38).
Sirvamonos del derecho de ayudar que el Señor nos ha otorgado. Gocemos de ese privilegio, que no todos poseen y que es muestra de un corazón misericordioso, noble y puro, propio de aquel que cultiva la confianza y gratitud a Dios.
Recordemos que es nuestra retribución al Señor que cada día ve, el cuidarnos y acompañarnos, como su derecho al ser un Padre compasivo y misericordioso, y no como un deber o carga, porque para Él nunca lo somos.
Ora:
Señor, Sírveme de la disposición para ayudar, siguiendo tu ejemplo, a aquellos que me rodean. Permíteme gozar de ese privilegio que me has dado, de mostrar mediante mis acciones los sentimientos más puros de amor, solidaridad y misericordia, que has sembrado en mi corazón. Amén.