Detrás y delante me rodeaste, Y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; Alto es, no lo puedo comprender. (Salmos 139:5-6)
Todos los padres sueñan con lo que sus hijos podrían llegar a ser. Pero en este caso hay una diferencia importante. Este Padre no puede defraudar. No hay pensamientos obsesivos o demonios de carácter que puedan sabotear Sus más profundos deseos y visiones para mi vida. Nada puede impedir que Él sea el principal ejemplo de lo que quiere que yo llegue a ser, dándome el poder activo para lograrlo a través del Espíritu Santo. Él quiere que experimente la eternidad como un hijo primogénito.
Esta oferta se pierde en muchos hombres de fe. Ellos no lo entienden, no lo ven, y no experimentan la unción de Dios y la adopción sobre sus vidas como Sus hijos. En otras palabras, pierden el sueño. En cambio, por ignorancia, por una visión defectuosa de su Dios o por simple terquedad, rechazan la mano extendida de su Padre amoroso. Y su anhelo de ser hijos del Señor, aunque ellos no lo sepan, queda dolorosamente insatisfecho. Sólo el corazón de un verdadero padre podría decir: “Yo preguntaba: ¿Cómo os pondré por hijos, y os daré la tierra deseable, la rica heredad de las naciones? Y dije: Me llamaréis: Padre mío, y no os apartaréis de en pos de mí”. (Jeremías 3:19)
Piensa en la historia del hijo pródigo y su amor sin límites se hace aún más claro. Sabía que otros podrían rechazarlo, pero ¿sus propios hijos? ¿Qué haría yo si los hijos por los que moriría me rechazaran y destrozaran mi fuerte afecto paternal? No puedo imaginarlo.
Gracias Señor, por Tu amor incondicional y perfecto. Permíteme servirte y obedecerte con fidelidad verdadera de forma que pueda devolverte aunque sea una pequeña parte de ese inmenso amor que nos regalas.