Escucha:
“Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6:32-36)
Piensa:
Todos alguna vez hemos sido, excluidos, ignorados, nos han hecho daño. Al recordar esos momentos, nos invade probablemente la ira y ha pasado por nuestra cabeza, responder a aquellos que nos hicieron daño con la misma moneda.
Ese sentimiento de molestia y en consecuencia que motiva la necesidad de revancha en nosotros, es negativo porque nos arrastra a la pérdida de nuestra paz, perturba nuestro espíritu y nos aleja en gran medida, de sanar el alma, perdonar y cerrar de una vez por todas, cada herida.
Lo poderoso de esos sentimientos negativos, es que nacen de forma natural como respuesta al mal que recibimos y por ello resurgen con frecuencia y son difíciles de arrancar inmediatamente del corazón. La sabiduría del Señor a través de sus escrituras nos invita a sobrepasar esos límites que la respuesta natural, de nuestro cuerpo y mente (la ira) produce en nosotros, imitando su compasiva misericordia.
En el pasaje de hoy Jesús nos invita a pensar diferente: Ama a tus enemigos. Es de las cosas más complejas y difíciles de la vida, amar a quien nos dañó, pero el Señor es consciente de nuestro potencial para elegir el amor y el perdón y decir “Dios me Ama y en Él puedo ser instrumento de su compasión, perdón y misericordia”.
El Señor reconoce que podemos dar más, y ante esa confianza debemos corresponderle, obedeciendo su palabra, obrando en el bien y sirviendo en su propósito de manera desinteresada.
Respondamos a la confianza de Dios en nosotros. Él nos dará la fuerza y voluntad necesarias para sustituir la rabia por compasión, el odio por amor, la revancha por el perdón y la angustia por paz. En Él podemos lograrlo.
Ora:
Señor, Dame paz y serenidad en los momentos de angustia, opresión y rabia que otros me han ocasionado. Protege mi corazón de la revancha y la ira. Concédeme la fortaleza y voluntad para convertirme en instrumento de tu compasión, perdón y misericordia. Amen