Escucha:
El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (2 Pedro 3:9)
Piensa:
Con cada año que pasa, la inestabilidad en el mundo parece cada vez más evidente. Las catástrofes naturales y las provocadas por el hombre cobra un incontable número de vidas; y el equilibrio político cambia. Todo nos lleva a preguntar: ¿Hay algo que sea firme?
A pesar de lo aterradoras que parecen estas cosas, permítame darle un ejemplo aun más grande. En el pasaje de hoy, vemos que los cielos y la tierra serán sacudidos. Todo será destruido —quemado, para ser exacto. Afortunadamente, tenemos la promesa de que Dios creará cielos y tierra nuevos, pero mientras tanto nuestro mundo estará sometido a una gran agitación.
La inestabilidad puede crear sentimientos de inseguridad y temor, a menos que nos centremos en verdades. La Biblia se refiere a Jesús como una roca y un fundamento firme (1 Co 3.10, 11; Ef 2.20). Sabemos que Dios es inmutable y soberano; nada puede desestabilizarlo ni alterarlo. Su Palabra es verdad, y durará para siempre.
Como cristianos, nuestra relación eterna con Dios está segura. Hemos sido adoptados como hijos suyos, y nada puede quitarnos esta posición. Es más, tenemos la seguridad de un hogar eterno con Él. Aunque es posible que a veces nos sintamos inquietos, podemos alegrarnos cuando las pruebas nos llevan humildemente a la cruz de Jesús; allí encontraremos paz y seguridad verdaderas.
¡Qué seguridad tan grande tenemos como hijos de Dios! Podemos descansar en paz y plena confianza, sabiendo que nuestros corazones están seguros en Jesucristo. El rey David dijo: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido” (Sal 16.8).
Ora:
Señor, que pueda siempre mantenerme firme, confiando en Tu poder, y sabiendo que en todo momento voy de Tu mano amorosa por los caminos de bien que tienes para mí. Amén.