Escucha:
Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. (1 Pedro 5:7)
Piensa:
No hay mejor manera de calmar la tristeza que saber que «Él cuida de mí». Amado creyente, no deshonres la fe exhibiendo siempre un ceño fruncido por la preocupación. En cambio, echa tu carga en el Señor. ¿Por qué te tambaleas siempre bajo un peso que tu Padre ni siquiera siente? Lo que a ti te parece una carga imposible de llevar, a él no le añade ni lo que pesa una mota de polvo. No hay nada tan deleitoso como: Descansar en las manos de Dios, Y conocer solo su voluntad.
Oh, hijo que sufres, sé paciente. Tu soberano Dios no te ha dejado de lado ni te ha olvidado. Aquel que alimenta los gorriones también te proveerá todo lo necesario. No te entregues al desánimo. ¡confía! ¡Confía eternamente! Usa las armas de la fe contra los vendavales de problemas y al final tus enemigos serán vencidos y acabará tu sufrimiento.
Hay Uno que te cuida. Sus ojos están fijos en ti, su corazón se conduele por tu sufrimiento y su mano omnipotente no dejará de brindarte ayuda. Incluso la más oscura nube de tormenta se derramará en lluvias de misericordia y la más oscura noche dará paso al sol de la mañana.
Y es que sólo Él vendará tus heridas y sanará tu corazón herido. Nunca pongas en duda la gracia de Dios por causa de los problemas que hay en tu vida, sino cree que Él te ama muchísimo, tanto en momentos de dificultad como en los momentos felices. ¡Qué tranquila y pacífica sería tu vida si tan solo le dejaras al Dios de la providencia la tarea de proveedor! Con tan solo «un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en el jarro» (1 Reyes 17:12), Elías sobrevivió la hambruna ¡y tú harás lo mismo!
Si Dios cuida de ti, ¿por qué vas a preocuparte? Si confías en él con toda tu alma, ¿ acaso no puedes confiar con tu cuerpo? Él jamás se ha negado a llevar tus cargas, ni tampoco ha desmayado bajo su peso.
¡Vamos, hermano amado! Basta ya de inquietarse y preocuparse … deja todas tus preocupaciones en las manos de Tu Dios, que está lleno de gracia.
Ora:
Señor, te doy gracias porque «en todo esto somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó» (Romanos 8:37). Gracias porque nosotros, por Tu intermedio, somos tu pueblo y conformamos un ejército de «vencedores».