Escucha:
Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. (Efesios 5:15-17)
Piensa:
Nuestras vidas están gobernadas por el tiempo. Por eso estamos rodeados de relojes y calendarios que dictan nuestras actividades. A medida que pasan los minutos, nos preguntamos a dónde se fue el día. Cuando las responsabilidades y presiones aumentan, nos quejamos, “¡No tengo tiempo para hacerlo todo!” Pero la realidad es que Dios nos ha dado suficiente tiempo para hacer exactamente lo que ha planeado para nuestras vidas. Tal vez la cuestión más importante es si estamos usando nuestro tiempo para hacer nuestra voluntad o la del Señor.
El tiempo como galardon de Dios, es la medida por la cual cada uno de nosotros elegimos vivir y avanzar en los propósitos que Él tiene para nosotros, y a partir de esa medida, tenemos dos opciones: pasar totalmente nuestro tiempo trabajando por el logro de objetivos propios o invertirlo eternamente. Ya que el tiempo nunca puede ser recuperado o revertido, es crítico que aprovechemos al máximo cada oportunidad que el Señor provee.
La clave para invertir en la eternidad es seguir el plan de Dios para tu vida, no sólo llenar tus días con actividades. A Jesús se le asignaron sólo treinta y tres años de vida en la tierra, pero sólo los últimos tres los pasó cumpliendo su ministerio mesiánico. Para nosotros eso parece una pérdida de tiempo. Sin embargo, Cristo cumplió todo lo que su Padre le dio para hacer. Es por eso que en la cruz pudo decir, “Consumado es” (Juan 19:30).
Las Escrituras comparan la vida terrenal con “un vapor que aparece por un momento y luego se desvanece” (Santiago 4:14), pero la vida eterna nunca termina. Es una tontería gastar tu vida en un vapor cuando puedes cosechar beneficios eternos siguiendo la voluntad de Dios para tu tiempo aquí. Cada día es una oportunidad para elegir.
Ora:
Señor, elijo hoy invertir mi tiempo en avanzar en los grandes propósitos que tienes para mi vida. Amén.