Escucha:
“Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” (2 Corintios 9:7-9)
Piensa:
Recuerdo siempre los sabios consejos de mi abuela: “Aquello que salga de ti, un día regresará. Por ello preócupate, no con lo has recibido sino con lo que irás a dar”.
Las escrituras de hoy muestran que ese principio es tambien fundamental en nuestra vida como cristianos. La promesa es clara, grande serán los galardones de aquellos que sin miramientos aprendan a dar. Ellos recibirán: “Toda gracia”, “todo lo suficiente”, “toda buena obra”.
Cuando de corazón y con humildad abrimos mano de aquello que poseemos, nuestros recursos, nuestras habilidades, nuestro tiempo al que en necesidad, nos rodea, glorificamos a Dios y a su vez podemos ser testigos de su gracia venidera en las bendiciones que tendrá para cada uno como respuesta a nuestra bondad, como Proverbios 19:17 nos indica: “A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar”.
Aquello que consideramos como tesoros irremplazables de nuestra vida, hoy podría ser de gran ayuda para alguien que conocemos: un oido que sabe escuchar, una mano amiga, una amistad verdadera. Cuando devolvemos a otros lo que Dios, sin condiciones, nos ha dado, Lo honramos a Él, ayudamos a un hermano y somos bendecidos.
Ora:
Señor, guíame a devolver a aquellos que más lo necesitan, toda gracia, suficiencia y buena obra que has derramado en mi vida. Convierte mis dones y recursos en instrumentos para dar a otros con la misma generosidad y amor con que Tú me provees. Amén.