Viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y decía a Jacob: Dame hijos, o si no, me muero. (Génesis 30:1)
Dentro del plan eterno de Dios para Jacob, estaba el reto de resolver un gran dilema familiar: el de tener dos esposas y dos concubinas. En este texto, se sigue percibiendo la acción soberana del Señor, que expone a su siervo a un problema para instruirlo y educarlo. Jacob había provocado la discordia en su hogar, y ahora, él mismo tendría que encontrar la solución a las dificultades de un hogar perjudicado por él mismo. Y allí la prueba: ¡Dios sabe cómo enseñarnos!
Obsérvese en Génesis 30 cómo el tono triste de la disputa entre hermanas se reorienta cuando Dios entra en escena: “Y Dios se acordó de Raquel” (vv.22). Dios siempre está actuando, incluso cuando el panorama luce desolador. Pero es evidente que hay alegría cuando la acción de Dios transforma las situaciones difíciles que afrontamos, en bendiciones que nos traen regocijo. Y así sucedió, en este pasaje: Tras años de esterilidad, Raquel da a luz a un niño llamado José, que será decisivo en el proyecto de Dios para preservar la nación.
La revelación de la Palabra nos muestra la gracias del Señor al afirmarnos que tras años de lucha, llega la bendición: ¡confiar en Dios aunque su obra parezca tardía es deber de todo aquel que le sigue! Él actuará en el tiempo que ha determinado y ningún hombre puede cambiar tal voluntad.
Génesis 30 me enseña que la confianza en Dios siempre traerá grandes recompensas.
Señor, transforma mi corazón de forma que vea cada día, aún en medio de las pruebas, que dónde el hombre ve imposibles, tu ves las mas grandiosas realidades, y en ellas guardas las mayores y más valiosas recompensas eternas para cada uno de los que te siguen con verdadero amor, compromiso y fidelidad. Que sea yo uno de ellos. Te lo pido, En El Nombre de Jesús, Amén.