El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Juan 7:38
En un prado tranquilo, un pozo artesiano brota continuamente, ofreciendo agua fresca sin cesar. Su corriente fluye con fuerza y constancia, aun en tiempos de sequía. No depende del clima ni de las circunstancias externas; su fuente está profundamente arraigada en la tierra.
Así también debería ser nuestra vida espiritual. Sería maravilloso mantenernos firmes y constantes como creyentes, sin importar las estaciones o los problemas que enfrentemos. Sin embargo, muchas veces nuestro ánimo fluctúa según las circunstancias. Un buen día en el trabajo o en la iglesia puede animarnos, mientras que una palabra dura o una dificultad puede desalentarnos. Esa inconstancia puede desgastarnos espiritualmente y hacer que otros duden de la fortaleza de nuestra fe.
Pero hay una fuente inagotable que nunca falla: Jesucristo. Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Cuando permanecemos conectados a Él, Su Espíritu Santo fluye en nosotros como un río vivo, renovando nuestra fuerza y llenándonos de paz, gozo y esperanza.
Como ese pozo artesiano, la vida del creyente puede mantenerse firme y abundante en toda circunstancia. Cristo es la fuente de toda provisión espiritual; de Él fluye todo lo que necesitamos para vivir victoriosamente.
Cuando dependes de Él, Su Espíritu produce en ti amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio—sin importar lo que ocurra a tu alrededor.
Señor, gracias por ser mi fuente inagotable de vida y fortaleza. Ayúdame a mantenerme unido a Ti, para que de mi interior fluyan ríos de Tu amor y Tu poder. Hazme constante en mi fe y firme en Tu gracia cada día. En El Nombre de Jesús, Amén.