Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Mateo 24:24
¿Dios existe? ¿La Biblia es verdadera? ¿Jesús volverá? Hacer estas preguntas no significa dudar de la fe, sino reconocer que la convicción no se sostiene sola: necesita ser cultivada. El peligro no está en preguntar, sino en vivir en una comodidad mental que nos hace dar todo por sentado.
Si no tienes claridad sobre lo que crees, alguien más pensará por ti. Hoy, los algoritmos no solo observan lo que consumes, sino que buscan moldear lo que deseas. Su interés es venderte un producto, no guiarte a entregar tu vida a Dios.
Así como las aplicaciones requieren actualización constante, también lo necesita nuestro entendimiento espiritual. Pensar, reflexionar, orar y estudiar la Biblia no son tareas ocasionales, sino disciplinas continuas. Como un ejercicio físico, no basta con hacerlo una vez; es un entrenamiento diario para mantener la mente y el corazón firmes en Cristo.
El psicólogo Carl Gustav Jung habló de cuatro funciones que influyen en nuestras decisiones: pensamiento, sentimiento, sensación e intuición. Cada una cumple un papel importante. Veo a alguien con hambre (sensación), entiendo que la necesidad es real (pensamiento), me conmuevo para ayudar (sentimiento), y la intuición —como la voz del Espíritu Santo— me muestra si ese acto honra a Dios.
La reflexión nos ayuda a integrar todo esto en equilibrio. Y en tiempos de engaño y confusión, mantener nuestra mente y corazón anclados en Cristo y en Su Palabra es esencial.
Señor, guarda mi mente de los engaños que intentan apartarme de Tu verdad. Enséñame a reflexionar con sabiduría, a buscar siempre en Tu Palabra la guía que necesito y a vivir con la convicción de que Tú eres la verdad. Que mis pensamientos, emociones y decisiones estén en armonía bajo la dirección de Tu Espíritu. Afirma mi fe para permanecer firme en Cristo en medio de este mundo cambiante. En el nombre de Jesús, Amén.