Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias. Colosenses 4:2
Dedicarse a la oración significa más que decir unas palabras rápidas; en el griego original, implica perseverancia: permanecer firme, seguir adelante y negarse a rendirse. La oración no es un acto pasajero que abandonamos al no ver resultados inmediatos. Es un compromiso constante de buscar al Señor, interceder y confiar en Su tiempo perfecto.
A menudo, nuestra impaciencia nos hace suponer que Dios no nos escucha cuando la respuesta tarda en llegar. Podemos pensar que nuestras peticiones no son importantes o que Él está descontento. Pero Jesús nos enseñó a «orar sin desmayar» (Lucas 18:1). La oración es comunión, sí, pero también es participar en la batalla espiritual que libra por nuestra vida. El enemigo teme el poder de la oración y buscará desanimarnos para que dejemos de persistir.
Si tan solo nos mantuviéramos firmes, veríamos cambios y respuestas que de otro modo perderíamos. Cada palabra, cada súplica, es un arma poderosa en los reinos celestiales. Y la verdad que nos sostiene es esta: el reino de Dios siempre prevalece, y Su voluntad se cumplirá.
Señor, ayúdame a perseverar en la oración con firmeza y gratitud. Fortalece mi fe mientras te busco, guía mi corazón para no rendirme y recuérdame que la victoria siempre pertenece a tu reino. En El Nombre de Jesús, Amén.