La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo. Hebreos 6:19
Los primeros cristianos no contaban con muchas de las ventajas que tenemos hoy. El Nuevo Testamento aún estaba en proceso de ser escrito, y su conocimiento del mensaje de Jesús dependía, en gran medida, del testimonio directo de hombres como Pedro, Juan, Santiago y Pablo. Además, fueron perseguidos, torturados e incluso asesinados por mantenerse firmes en su fe. Y sin embargo, no perdieron la esperanza, ni siquiera cuando se vieron forzados a reunirse en catacumbas ocultas bajo tierra.
¿Cómo lograban mantenerse firmes? Los arqueólogos han descubierto que uno de los símbolos más frecuentes grabados en las paredes de esas catacumbas era un ancla, un antiguo símbolo cristiano de esperanza. Para ellos, el ancla representaba su seguridad eterna en Dios, una certeza inamovible en medio de un mundo convulsionado. Sabían que, aunque los vientos del sufrimiento soplaran con fuerza, su vida en Cristo estaba firmemente asegurada.
Y esa verdad sigue siendo la misma hoy. Cuando has orado, confiado y esperado, pero las pruebas parecen no terminar, recuerda quién sostiene tu vida. Jesús no te ha abandonado ni lo hará. Él ha prometido: «No te desampararé, ni te dejaré» (Hebreos 13:5). Su fidelidad es el ancla firme que te sostiene en cada tormenta.
Señor, gracias por ser el ancla firme de mi alma. Cuando las tormentas de la vida arrecian y todo a mi alrededor parece inestable, recuérdame que Tú estás conmigo. Ayúdame a confiar en Tus promesas y a descansar en la esperanza segura que tengo en Ti. Fortalece mi fe cuando flaquee y enséñame a permanecer firme en Tu amor. En el nombre de Jesús, Amén.