Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal. (Proverbios 24:16)
Abraham mintió sobre su esposa para protegerse. Moisés mató a un egipcio. David cometió adulterio y asesinato. Pedro negó a Jesús. Y sin embargo, Dios no desechó a ninguno de ellos. Sus caídas no fueron el final. Con amor y poder redentor, el Señor los restauró y los usó para cumplir Sus propósitos.
De la misma manera, cuando tropiezas, puedes sentirte indigno, avergonzado o incluso pensar que Dios ya no puede usarte. Pero la verdad es que el Señor no espera perfección, sino un corazón humilde y dispuesto a volver a Él. Él te ofrece perdón completo y restauración total:
«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9).
El fracaso no es el final con Dios. En sus manos, aún las heridas y los errores se convierten en testimonio de Su gracia. Él te levanta con ternura, te restaura la dignidad, y te recuerda que tu identidad no está definida por tu caída, sino por Su amor.
Así que no te quedes en el suelo. Si caíste, levántate en el nombre del Señor. Él camina contigo, y en Su fidelidad encontrarás siempre una nueva oportunidad.
Señor, gracias porque no me abandonas cuando caigo. Tu misericordia es más grande que mis errores, y en Ti encuentro perdón y restauración. Ayúdame a no quedarme en la culpa, sino a volver a Ti con confianza. Fortalece mi fe, levántame con Tu mano y muéstrame cómo avanzar. Que mi vida sea testimonio de Tu gracia que restaura y renueva. En el nombre de Jesús, Amén.