Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. (Salmo 46:1)
Dios está contigo. No solo cuando oras, ni únicamente cuando las cosas van bien. Él está contigo siempre, incluso cuando todo parece oscuro, cuando sientes que no puedes más o cuando la soledad te susurra que estás olvidado. No estás solo. El Señor está tan cerca de ti como el latido de tu corazón.
David lo entendió profundamente. Por eso escribió con asombro: «Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano… Aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra» (Salmo 139:5,10). Dondequiera que iba, Dios ya estaba allí. Y ese conocimiento le daba paz, fuerza y dirección. No importa cuán lejos estemos o lo que enfrentemos, Su mano no se suelta, Su mirada no se aparta, y Su presencia no se retira.
Lo mismo es cierto para ti hoy. Tu Salvador está disponible en todo momento para levantarte, fortalecerte, perdonarte, consolarte y guiarte. Él no se cansa de ti ni te da la espalda cuando tropiezas. Te llama por tu nombre y te reclama como Suyo. Así que no huyas de Su amor. Abre tu corazón, reconoce Su compañía y descansa en Su fidelidad.
Señor, gracias por estar siempre a mi lado. Aun cuando no te sienta, sé que no me dejas. Ayúdame a confiar en Tu presencia constante y a buscarte en cada momento. Sé mi refugio cuando me sienta débil, mi fuerza cuando no pueda más y mi paz en medio de la tormenta. Gracias porque Tu fidelidad no falla y porque nunca me abandonarás. En el nombre de Jesús, Amén.