Por la opresión de los pobres, por el gemido de los menesterosos, Ahora me levantaré, dice Jehová; Pondré en salvo al que por ello suspira. Salmos 12:5
El cuerpo humano es una creación asombrosa. Por ejemplo, cuando una persona corre una larga distancia, aumenta el flujo de sangre a las extremidades inferiores para abastecer a los músculos. Cuando una infección ataca una determinada parte del cuerpo, los anticuerpos se dirigen al lugar del contagio.
El principio que Dios nos enseña a través del cuerpo es que el suministro se desplaza hasta el punto de necesidad, y existe un estrecho paralelismo en la vida espiritual. La ayuda del Señor llega a quienes admiten su insuficiencia. Las personas autosuficientes, que pueden negar su necesidad de la intervención divina, a menudo están cegadas por la pobreza, inconsciente, y hasta desconocida para ellos mismos, de alma y espíritu. Y es ello, uno de los principales males del mundo hoy; un ser humano que cada día se aleja más de la verdad de que posee un alma, que sólo El Señor puede salvar y saciar. Asi el ser humano de hoy, busca éxito, posesiones, placeres, en una búsqueda improductiva, que alejada de Dios, será inútil para proveer a su alma y a su espíritu, sólo lo que nuestro Padre de los cielos tiene, y que es aquello que sacia y abastece nuestro ser interior, de verdad.
Pero, por otro lado, los que abren sus espíritus quebrantados y sus corazones contritos al Señor, esos, si son saciados. Tu necesidad, cualquiera que sea hoy, es la señal para la gran provisión de Dios. Y no es sólo por el lugar obvio de la carencia, sino por toda la emoción, la energía y la herida asociadas a ella. Así que deja de negarlo. No tienes que fingir ser fuerte e invencible. Abre tu corazón a Jesús. Admite que lo necesitas. Y mira como Él te muestra que Él es realmente Dios.
Señor, clamo a Ti hoy, con un corazón humilde, reconociendo mi necesidad de Tu provisión en cada área de mi vida. Ayúdame a dejar de confiar en mi propia fuerza y abrir mi espíritu a Tu sanación, guía y amor. Que siempre recuerde que Tú eres mi fuente primaria y única, para saciar de verdad la sed de mi alma y de mi espíritu, y que de alli confíe en Tu capacidad para satisfacer todas mis necesidades. En El Nombre de Jesús, Amén.