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Orando la promesa #118: El cuidado de nuestras palabras

Orando la promesa #118: El cuidado de nuestras palabras

En la boca del necio está la vara de la soberbia; Mas los labios de los sabios los guardarán. Proverbios 14:3

No hay nada que pueda meternos más rápidamente en problemas que nuestra boca. Podemos asombrarnos de las cosas que decimos. Y muy probablemente, por ese poder para levantar o derrumbar, que tienen aquellas palabras que pronunciamos, Jesús hizo esta dura acusación: «Porque de la abundancia del corazón habla la boca» (Mateo 12:34). Si somos sinceros, probablemente admitiríamos que no siempre nos gusta lo que oímos cuando escuchamos nuestras propias palabras.

Muchas personas, incluidas las que trabajan en iglesias y ministerios, se enfrentan a una batalla con sus lenguas. Luchamos por hablar lo que edifica y glorifica a Dios con todo aquello que intentamos comunicar a otros. Efesios 4:29 instruye: «Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.». Pero es más fácil decirlo que hacerlo. Y la cultura predominante de negatividad nos deja poco espacio para animar a los demás. De hecho, a veces parece que el mundo recompensa a los que critican y critican.

Pero como seguidores de Cristo, estamos llamados a ser diferentes. Debemos hablar de una manera que dé gracia a los que escuchan. No podemos edificar a los demás ni llevarlos a Jesús si hablamos como lo hace el mundo: con lenguaje cuestionable y bromas groseras, y sin ningún vestigio de discreción o prudencia. (Efesios 5:4).

Por lo tanto, escucha lo que dices y asegúrate de que eres devoto a Cristo con lo que fluye de ti. Si tus palabras son impías o poco edificantes, examina tu corazón y arrepiéntete de lo que Dios te muestre. Y haz lo que Hebreos 13:15 amonesta: «ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.». Porque así no sólo te proteges a ti mismo, sino también protegerás a todos los que te escuchan.

Padre, revela lo que hay en mi corazón. Ayúdame a edificar a los demás y a glorificarte a Ti con todo lo que digo. Te pido ayuda para controlar mis impulsos, para que mis palabras siempre traigan vida, ánimo y gracia. Ayúdame a hablar de una manera que refleje Tu amor y verdad, y que mi discurso dirija a otros hacia Ti. Purifica mi corazón, para que mis palabras siempre se alineen con Tu voluntad. Te encomiendo mi palabra, confiando en que Tú me guiarás para honrarte con todo lo que digo. En el nombre de Jesús, Amén.

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Confía en DIOS 

"Se feliz, porque la piedra nunca es tan grande si confías en Dios, porque las injusticias acaban pagándose, porque el dolor se supera, porque el coraje te levanta, porque el miedo te fortalece, porque los errores te hacen aprender y porque nadie es perfecto. DIOS hoy, camina contigo. Feliz Día."

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