Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Santiago 1:12
En los momentos de prueba, el miedo y la angustia de un resultado no deseado, es lo primero que se apodera de nuestro corazón. Es una respuesta natural de nuestro sistema somático corporal, ante la identificación de un riesgo o de una situación que ponga en peligro nuestra estabilidad. Sin embargo, el hecho de que la reacción inicial de nuestro organismo, ante una dificultad, sea la de protegerse con estos sentimientos negativos, no quiere decir que no contemos con las herramientas, reveladas por Nuestro Padre de los Cielos, para nuevamente tomar el control de la situación, y esperar con paciencia, la concreción de sus promesas de victoria.
Y es que Cristo mismo, nos reveló está verdad, pues, no sólo identificó la naturaleza humana del temor ante la aflicción, sino que reconociendo Su existencia, nos dio también en Él, la senda que debemos recorrer para recobrar la calma y la paz. En Juan 16:33 El Señor afirmó: Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. Y he aquí, mostrada con la perfección de Dios, la esperanza que es superior a cualquier problema, la confianza que brilla sobre la oscuridad del miedo o la dificultad, que es El Señor mismo, que nos anuncia que él ya conoce que “tendremos aflicción” sabe que en el mundo hallaremos temor y angustia, pero en Él, que ya las ha vencido y derrotado, encontraremos nuevamente la verdadera paz.
¿Con esta grandiosa promesa, habría alguna cosa, que pudiera impedirnos aspirar a obtener la corona de la vida en El Señor, por nuestra victoria espiritual? Luchemos pues, con perseverancia, paciencia y determinación en medio de las dificultades, de forma que, caminando de la mano, de aquel que todo lo conoce y todo lo puede, descubramos las moradas de plenitud y bien, que hay más allá de cada una de nuestras pruebas.
Señor, dame la esperanza y la confianza de avanzar en Tu promesa de victoria, sabiendo que Tu, de antemano, has conocido y vencido toda aflicción, y has prometido poner en nuestras manos, ese poder, para también nosotros, Tus hijos, vencer cada dificultad. Que anclados en esa grandiosa esperanza, podamos, en medio de cualquier problema, vencer al miedo y al temor, para esperar con paciencia, la corona de la victoria, que de Tu mano, siempre obtendremos. En El Nombre de Jesús, Amén.
