Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. Mateo 18:4
No fue fácil para Pedro contenerse. Era un pionero natural, lo que significaba que disfrutaba y se le daba bien guiar a los demás. Sin embargo, los acontecimientos de la última semana de Cristo en la tierra destrozaron cualquier sueño que Pedro pudiera haber tenido con respecto a la gloria, el gobierno y la conquista. Observó con frustración cómo el Salvador se envolvía la cintura con una toalla y empezaba a lavar los pies de los discípulos, la tarea más humilde del criado más humilde de una casa. Por eso, cuando Jesús se acercó a Pedro con el recipiente lleno de agua, el discípulo retrocedió: «No me lavarás los pies jamás». (Juan 13:8).
Jesús fue firme en su respuesta: «Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después… Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.» (Juan 13:7-8). Puedes imaginarte la confusión en el corazón de Pedro. ¿Por qué un rey, el Mesías prometido por Dios, insistiría en realizar una tarea tan humilde y pequeña a los ojos de otros hombres? Pero el Señor estaba confrontando los motivos del corazón de Pedro.
Pedro no entendía los caminos de Dios ni estaba preparado para el servicio. Se necesita humildad y gracia para servir a los demás, y a veces nos negamos a hacerlo porque pensamos que la tarea es indigna de nosotros. Sin embargo, debemos seguir el ejemplo de Cristo: Él sirvió con sacrificio para limpiar no sólo nuestra suciedad exterior, sino también -y más importante- la suciedad interior de nuestras almas pecadoras. Jesús dijo: «Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.» (Mateo 20:16).
Así que hoy, puede que encuentres alguna oportunidad de bendecir a otra persona que erradamente hayas encasillado, por decirlo de alguna forma, en un “nivel inferior”. Hazlo, y con alegría. Eso es lo que el Salvador haría con gusto y ha hecho por ti.
Señor, por favor perdóname por las veces que he sido orgulloso. Quiero servir con humildad como Tú lo harías. Que mi vida refleje tu compasión y te traiga gloria en todo lo que desempeñe. En El Nombre de Jesús, Amén.