Yo pasaré hoy por todo tu rebaño, poniendo aparte todas las ovejas manchadas y salpicadas de color, y todas las ovejas de color oscuro, y las manchadas y salpicadas de color entre las cabras; y esto será mi salario. Génesis 30:32
Jacob estaba cansado de las artimañas de su suegro y decidió enfrentarse a él, presentándole las nuevas condiciones del acuerdo. Exigió que todos los carneros negros y todos los cabritos manchados y moteados fueran suyos, mientras que el resto quedaría para Labán. Parecía una oferta ventajosa para su suegro, pues la mayoría de los rebaños de la región estaban formados por animales de un solo color. Las manchas oscuras eran raras.
Labán creía, como era común en la época, que la reproducción tenía lugar cuando los machos insertaban una pequeña oveja o cabra en la hembra. Con esta creencia en mente, cogió a todos los machos manchados y los llevó a un viaje de tres días. El objetivo era impedir que su yerno prosperara.
Por su parte, Jacob creía haber descubierto la fórmula secreta para reproducir un pequeño rebaño: ramas verdes de álamo, avellano y plátano. Seguramente por tradición popular, había llegado a la conclusión de que si hacía unas marcas en estas ramas, las hembras parirían algo parecido. Jacob estaba seguro de que su método produciría un rebaño manchado o rayado.
Labán se escandalizó cuando se dio cuenta de que el rebaño de Jacob se multiplicaba rápidamente. ¿Cómo era posible que de ovejas y cabras blancas y negras nacieran animales con tantas variaciones? No tenía ninguna gracia. Mientras tanto, Jacob se lo estaba pasando en grande, convencido de que había transformado su rebaño con sólo unas ramas verdes. Fue entonces cuando el Señor mostró a Jacob la verdad: la bendición sólo procedía de Dios, y no de las ramas mágicas. El rebaño era híbrido, de modo que aunque las ovejas y las cabras fueran blancas o negras, podían dar a luz animales de cualquier clase. Jacob había jugado con las leyes de la genética sin saberlo. Naturalmente, Mendel tardaría unos siglos en descubrirlas.
Lo más interesante de esta historia es cómo Dios nos bendice a pesar de nuestra estrecha visión de la realidad, porque conoce nuestras limitaciones.
Sé fiel al Señor, porque lo que realmente garantiza el éxito no son las estratagemas humanas, sino la bendición de Dios (Pr 10,22).
Señor, que no coloque las soluciones a mis problemas, en mi propia capacidad que es limitada e imperfecta, sino que ponga todo en Tus poderosas manos, y con humildad me acerque a Ti, para pedirte la sabiduría que viene de Tu ciencia, que es perfecta, infalible y capaz de hallar caminos de victoria para cada una de mis luchas. En El Nombre de Jesús, Amén.