Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas. Salmos 126:5-6
En medio del centro comercial, un niño lloraba desconsoladamente, rodeado de gente que intentaba calmarlo. Sus llantos llenaban el lugar de tristeza y dolor. Fue entonces cuando llegó su madre, sin aliento y agitada. Ambos se fundieron en un fuerte y sentido abrazo. La madre recordó a su hijo que no debía haberse alejado de ella, y el chico, sollozando, asintió. Dos minutos después, la sonrisa volvió al rostro del niño, y la madre se alegró de tenerlo de nuevo entre sus brazos. El niño había aprendido la lección de que no hay nada mejor que estar cerca de tu madre, mientras que la madre había aprendido la lección de que debería haber cogido más fuerte la mano de su hijo.
A veces hay que llorar, y llorar sin prisas. La sonrisa que comienza con una lágrima tiene la fuerza de la adversidad superada, del crecimiento personal, de la confianza fortalecida. Jesús también nos enseña a ver la alegría a través de las lágrimas. En su Sermón de la Montaña, nos dice que aquellos que lloran serán consolados. Nos permite mirar más allá del momento para que podamos vislumbrar el final, donde está dispuesto a abrazarnos y hacer que nos olvidemos del llanto. Si lloramos por el dolor físico, Él nos recuerda que llegará un momento en que ya no sentiremos dolor. Si lloramos por los demás, Él nos recuerda que Su juicio es justo y que quiere lo mejor para Sus criaturas. Si lloramos por nuestros pecados, Él nos recuerda que no hay anomalía en este mundo de la que Él no pueda sacarnos.
En este mundo, a menudo saldremos caminando y llorando, pero volveremos con alegría. Por mucho que llores, no te rindas. No te preocupes por las opiniones de los demás, las tentaciones de la desesperanza o el dolor de la incomprensión. Llora todo lo que necesites, pero no dejes de mirar a través de las lágrimas. Al final, te estará esperando una sonrisa.
No podemos dejar que las lágrimas nos cieguen a la felicidad que vendrá después. Si dejamos que las lágrimas fluyan, podremos encontrar el camino hacia una sonrisa sincera.
Con fe en Dios, mira más allá de la tristeza y encuentra la alegría que te espera de la mano del Señor, al final.
Señor, gracias por darnos la promesa, de cosechar alegría y felicidad al final, aún cuando en medio de la prueba, nuestros ojos puedan llenarse de lágrimas. Gracias por Tu fidelidad y Tu amor Padre, nunca alejes de Tus hijos, Tu presencia. En El Nombre de Jesús, Amén.