Las riquezas traen muchos amigos; Mas el pobre es apartado de su amigo. (Proverbios 19:4)
Una de las experiencias más dolorosas de la vida es cuando empiezas a dudar de si tus amigos te quieren realmente por lo que eres. ¿Se preocupan por ti sólo por lo que haces por ellos o les das? ¿O están realmente interesados en ti y en los retos a los que te enfrentas? Esto, por supuesto, puede llevarte a considerar cómo atrajiste a esos amigos en primer lugar. Por desgracia, cuando careces de discernimiento en tus relaciones o intentas ganarte a la gente basándote en lo que hacen por ti o en cómo te hacen sentir, vas camino de salir herido.
La mejor forma de evitarlo, por supuesto, es acudir primero a Jesús en busca de tu identidad, valor y seguridad. Cuando comprendas quién eres en Cristo -amado, aceptado, respetado y deseado-, podrás discernir mejor lo que la gente busca cuando se acerca a ti. Asimismo, aprenderás a ser un amigo que invierte en el crecimiento espiritual de los demás, motivado por el amor de Dios. Al fin y al cabo, tú enseñas a la gente cómo debe tratarte. Si quieres un amigo que te ame de verdad por lo que eres, debes empezar por cuidar de él como Jesús cuida de ti. Eso significa que podemos gozarnos con los que se gozan y llorar con los que lloran (Romanos 12:15).
La verdad es que es mejor tener un solo amigo verdadero y leal que te anime, te ayude y te levante en los momentos difíciles, que ser popular entre muchas personas poco sinceras. Pide a Dios que te enseñe a ser un buen amigo y que te guíe hacia amigos que sean sinceros. Y luego ama a quien Él te dé a cuidar.
Señor Jesús, sé que Tú eres un amigo de verdad para mí. Enséñame a amar a los demás como Tú lo harías y guíame hacia personas en las que pueda confiar para que me amen a cambio. En El Nombre de Jesús, Amén.