Él hace habitar en familia a la estéril, Que se goza en ser madre de hijos. Aleluya. (Salmos 113:9)
Sara, la esposa de Abraham, tenía ya 90 años. Creo que su sueño de ser madre, aparentemente aplazado, debió de robarle muchas noches de sueño, muchas lágrimas y colocar en su cabeza numerosas preguntas. ¿Qué clase de Dios es éste que promete algo y parece tardar tanto en cumplirlo? Tal vez aquello haya sido uno de los primeros pensamientos que Sara haya tenido. Quizá tú, como ella, estés transitando por un valle de luchas y adversidades en las que te encuentras esperando en la respuesta de Dios.
Sin embargo, en tiempos de adversidad debemos de recordar que El Señor es fiel y no falla en sus promesa. En el caso de Sara y Abraham ellos directamente poseían una promesa dada por el mismo Señor que le había dicho específicamente a Abraham que sería padre de muchas naciones (Génesis 17:04). Incluso ante su obediencia sin reservas a la llamada de Dios, Él fue puesto a esperar… Así es como lo hace Dios. Todo lo que nos ocurre tiene un motivo.
Todas nuestras experiencias fructifican cuando entregamos nuestras vidas por completo a Dios. Él utiliza nuestro dolor, nuestro sufrimiento, el tiempo que esperamos, para pulirnos, perfeccionarnos y hacernos más humanos, más humildes, más comprensivos con el dolor de nuestro prójimo.
Dios cumplió su promesa a Abraham y Sara. Como Abraham creyó a Dios, Dios le consideró justo (Gn 15,6). En el momento adecuado, en el tiempo de Dios, Sara se convirtió en una madre muy feliz y tuvo la dicha de vivir en una familia numerosa. Así será contigo, si crees.
Confía, espera, ¡Dios cuidará de ti!
Señor, lléname de confianza, y de esperanza en cuanto paso por caminos de adversidad. Cultiva en mí, la paciencia de saber esperar en Tus tiempos, y la fidelidad para no dudar de Tus promesas, que son eternas, inalterables en infalibles, pues como Padre amoroso que eres, cumples siempre Tu Palabra. En El Nombre de Jesús, Amén.