Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. (Juan 15:11)
Muchas personas se dan cuenta de que no tiene sentido vivir en la tristeza. Algunos se esfuerzan por presentar un rostro sonriente y hablar en tono alegre, pero en la mayoría de los casos consiguen, en el mejor de los escenarios, una alegría muy insegura, que siempre se les escapa.
Jesucristo, Maestro perfecto y por ello con la sabiduría del Padre, de las cuestiones fundamentales de la vida, habló de la posibilidad de que las personas tengan una “alegría completa”. Un día dijo a sus discípulos: Os digo estas cosas para que tengáis mi alegría y para que vuestra alegría sea completa. Juan 15:11. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Muchos cristianos auténticos, a lo largo de la historia y en la actualidad, han demostrado ser personas verdaderamente llenas de alegría en su vida, aunque, naturalmente, también encuentren problemas y, a veces, complicados. Estar lleno de alegría, en el verdadero sentido, no significa reír todo el tiempo. Algunas personas ríen y viven amargadas.
La alegría plena que proclama Jesús depende de una condición que también menciona en el mismo discurso. Se trata de que la persona que desea la alegría plena viva amando como Cristo amó. Dice: “Esto os mando: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Juan 15:17 Éste es el secreto de una vida llena de alegría: amar a todos, como también Cristo amó a todos. A los hombres y mujeres despreciados y llamados pecadores, a las prostitutas, a los borrachos, Jesús los acogía a todos, se llevaba bien con todos, no despreciaba a nadie. Todo el que se acercaba a Jesús era siempre acogido con atención, y él trataba de ayudar a todos. Ser cristiano es imitar a Jesús en esta forma de vivir. Efesios 5:1 y 1 Corintios 11:1.
Éste es el modo de alcanzar la alegría verdadera e ilimitada. Actuar así con las personas es amar en el sentido cristiano. El amor (ágape) no es sólo un sentimiento, sino sobre todo la voluntad de ayudar, de aceptar a la persona tal como es, de vivir con ella sin barreras de raza, situación social, religión o política. Y de perdonarles si nos han hecho daño y pedirles perdón.
El mundo en que vivimos necesita urgentemente esta alegría que nadie puede destruir, y llegará a nuestras vidas si ponemos en práctica la enseñanza y el ejemplo de Jesucristo.
Oración:
Padre Celestial, en tu presencia se encuentra la verdadera alegría. Enséñame a alegrarme no sólo de mis bendiciones, sino también de amar a los demás. Ayúdame a ver la belleza en cada alma, extendiendo la bondad y la compasión. Que mi corazón rebose de alegría mientras sirvo desinteresadamente y elevo a los que me rodean, reflejando tu amor en todo lo que hago. Al abrazar este camino gozoso, que las vidas se conmuevan y los corazones se transformen. En El Nombre de Jesús, Amén.