Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros. Filipenses 1:3-4
¿Has notado que la carta que Pablo escribió a los filipenses, aun desde la prisión, está llena de gozo y gratitud? A pesar de estar encarcelado, Pablo no permitió que sus circunstancias apagaran su alegría. ¿Cuál era el secreto de su gozo inquebrantable? Su profunda relación con Cristo y el amor que sentía por los creyentes en Filipos, por quienes oraba con un corazón agradecido.
A lo largo de su ministerio, Pablo encontró un gozo inmenso en servir a otros y verlos crecer espiritualmente. Lo mismo puede ocurrirnos a nosotros: cuando nos enfocamos en ministrar a los demás, en lugar de centrarnos en nuestras propias preocupaciones, experimentamos una satisfacción más profunda y duradera. Ver cómo alguien avanza en su fe gracias al amor y apoyo que brindamos trae un gozo que el mundo no puede igualar.
Jesús mismo dijo que “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Mateo 20:28). Servir a los demás es reflejar el corazón de Cristo. Al poner las necesidades de otros por encima de las nuestras y ayudarles a madurar en la fe, descubrimos que también nuestro propio gozo y crecimiento se multiplican.
Así que, si deseas experimentar una alegría más plena, busca maneras de servir y animar a quienes te rodean. Dios te usará para fortalecer sus vidas, y en el proceso, llenará la tuya de Su gozo.
Reflexión:
El gozo más puro no proviene de recibir, sino de dar. ¿A quién puedes ministrar hoy con tus palabras, tu tiempo o tu oración?
Señor, enséñame a encontrar mi gozo en servirte sirviendo a los demás. Lléname de Tu amor para que pueda ser un instrumento de ánimo y bendición. En El Nombre de Jesús, Amén.