Y cantaban alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo alabando a Jehová, porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová. Esdras 3:11
A lo largo de la historia, Dios ha enseñado pacientemente a Su pueblo los caminos de la alabanza. Muchas veces, su adoración surgía como resultado de haber experimentado Su liberación en medio de alguna prueba. Por ejemplo, Esdras relata la restauración del pueblo judío a su tierra después del cautiverio en Babilonia. Al regresar a Jerusalén, descubrieron que quedaba muy poco del templo, su único lugar verdadero de adoración, y estaba en ruinas. Sin embargo, erigieron un altar y comenzaron a ofrecer sacrificios nuevamente entre los escombros. Y cuando despejaron las piedras caídas y colocaron los cimientos del templo, alabaron a Dios una vez más.
Judá lo había perdido todo, tras pasar casi setenta años en el exilio. Pero en lugar de amargarse, Esdras dejó constancia de su profundo deseo de restablecer un lugar de adoración y alabanza al Señor. Su tiempo en esclavitud reavivó en ellos la conciencia de su profunda necesidad de Dios. Despojados de toda seguridad terrenal, comprendieron que su verdadera esperanza estaba en Él. De igual manera, el Padre permite a veces que atravesemos nuestras pruebas más duras para enseñarnos a confiar y adorarle, recordándonos que Él es todo lo que realmente necesitamos. Y es precisamente en esos momentos de alabanza sacrificial donde encontramos una fuerza en Su presencia que nada puede quebrantar.
Señor, enséñame a adorarte aun en medio de las ruinas y las pruebas. Que mi corazón no dependa de las circunstancias, sino de Tu bondad constante y Tu fidelidad eterna. Ayúdame a encontrar gozo y fortaleza en alabarte, sabiendo que en Tu presencia hay esperanza y poder renovador. En el Nombre de Jesús, Amén.