El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo. Colosenses 1:13
Desde la caída de Satanás, dos reinos han estado en conflicto: el dominio de las tinieblas y el reino de Dios. Cada ser humano nace en medio de esta lucha, atrapado entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal. Aunque no siempre lo percibimos, esta batalla espiritual es real y continuará hasta que Cristo regrese como Rey de reyes y Señor de señores.
El sufrimiento y la maldad que vemos a nuestro alrededor pueden tentar a creer que el enemigo avanza, pero las Escrituras nos aseguran que Dios siempre triunfa. Por medio de Cristo, ya no somos prisioneros de la oscuridad, sino que hemos sido trasladados a Su reino eterno de luz, amor y vida. Esto significa que nuestra victoria no depende de la lucha misma, sino que ya está asegurada en la cruz.
¿Cómo vivir entonces? Permaneciendo firmes, vestidos con toda la armadura de Dios (Efesios 6:10-18), resistiendo las artimañas del enemigo y caminando en obediencia a nuestro Rey. La victoria es nuestra cuando seguimos a Jesús paso a paso, dejando atrás todo lo que nos impide cumplir Sus propósitos y reflejar Su luz en el mundo.
Señor, gracias por librarme de la oscuridad y trasladarme al reino de Tu Hijo amado. Fortaléceme cada día para ponerme Tu armadura, resistir los ataques del enemigo y caminar fielmente en obediencia a Ti. Ayúdame a recordar que la victoria ya está ganada en Cristo y que mi vida puede reflejar Tu luz en un mundo necesitado. En El Nombre de Jesús, Amén.