No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:2
Antes de que se construya un edificio, siempre hay un plano que guía cada detalle: vigas, paredes, ventanas y puertas se colocan exactamente según el diseño. Nuestro crecimiento espiritual funciona de manera similar. Lo que pensamos moldea lo que hacemos: cada acción nace primero en la mente y el corazón.
Jesús nos advirtió: «De dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos» (Marcos 7:21). La verdadera transformación no comienza afuera, sino desde adentro. Por eso Dios nos llama a renovar nuestra mente, reemplazando los viejos patrones destructivos por Su verdad. Solo así nuestras vidas podrán alinearse con Su voluntad perfecta.
Renovar la mente implica identificar los patrones de pensamiento que nos han dominado —miedo, duda, orgullo, lujuria, ira— y permitir que el Espíritu Santo los confronte y los transforme a través de la Palabra. La Escritura es el plano divino y el Espíritu Santo es el arquitecto que nos equipa para vivir conforme a él. Con Cristo, el cambio interior es posible, y podemos edificar una vida que refleje Su amor y sabiduría en cada acción.
Señor, renueva mi mente con Tu verdad y revela todo pensamiento que me aleje de Ti. Derriba los patrones falsos y edifica en mí un diseño que refleje Tu voluntad. Transfórmame desde adentro, para que mi vida sea un testimonio vivo de Tu amor y sabiduría. En El Nombre de Jesús, Amén.