Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia como la luz, Y tu derecho como el mediodía. (Salmos 37:5-6)
Una vez, mientras conducía hacia el trabajo, daba gracias a Dios por el hermoso día que había hecho. El cielo era de un azul tan claro que no se veía ni una nube. ¿Y el sol? Parecía mucho más brillante que de costumbre, ¡reinado supremo! Feliz y agradecida por aquel día, recordé lo interesante que es la vida. Hay días soleados y hay días tristes y lluviosos… Así que di gracias a Dios una vez más por su cuidado de mi vida mientras atravieso los días oscuros, nublados e incluso tormentosos.
Tener a Dios como centro de nuestra vida, como nuestro amor más grande, es una garantía de felicidad, independientemente de las condiciones meteorológicas de nuestra existencia. Él es quien nos da el sentido de la vida. Él es quien colma nuestra alma y nos hace verdaderamente felices. Él es el Sol que ilumina nuestra existencia, trayendo luz a la oscuridad de nuestras mentes. Él es quien hace brillar su fuerte luz sobre las maquiavélicas acciones de los hombres, cuando se ocultan tras sus máscaras y difunden mentiras, “revelaciones” y calumnias sobre nosotros.
Cuando entregamos nuestro camino al Señor y confiamos en Él, Él actúa. Por mucho que intenten inculparnos con falsedades, gracias a su amor leal y constante, en el momento oportuno “Exhibirá tu justicia como la luz, Y tu derecho como el mediodía” (Salmo 37:5,6).
Descansa en el Señor y espérale. Llegará tu día de sol. Dios hará surgir tu justicia como la luz brillante del mediodía. Revelará tu inocencia. Y tus enemigos se sentirán avergonzados y abochornados por las mentiras que han dicho sobre ti. Los días soleados llegarán, pero no olvides que los días lluviosos, los días nublados, también son necesarios para nuestro corazón. Existen para que Dios manifieste su poder y su gloria, revelando su cuidado, su amor y su justicia por nuestras vidas.
¡Un día lleno del Sol de Justicia sobre nuestras vidas!
Amén.
Oración:
Gracias Señor, porque me cuidas como a la niña de Tus ojos y me das Tu alegría en los días soleados de mi vida, pero también Tu paz y Tu sosiego en los días oscuros y tormentosos, haciendo que venza siempre, el brillo de Tu luz, que nada ni nadie puede apagar. Gracias Padre. En El Nombre de Jesús, Amén.
