Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 2 Corintios 5:20
Tanto si lo reconoces como si no, desde el momento en que entregaste tu vida a Jesús, te convertiste en Su embajador. Fuiste enviado con una misión: representar a Cristo ante un mundo que lo necesita desesperadamente. Dios te ha equipado con el poder de Su Espíritu Santo para ser un instrumento de reconciliación, un puente vivo entre los que no conocen a Jesús y el amor transformador de Dios.
A tu alrededor hay personas que caminan sin esperanza, sin paz, sin dirección. Tal vez no lo muestren abiertamente. Algunos creen que no necesitan a Dios. Otros parecen indiferentes o incluso hostiles. Pero todos —sin excepción— anhelan profundamente ser amados, comprendidos y liberados del peso del pecado. Tú puedes ser el canal por el cual Dios les revele Su verdad y Su gracia.
Lamentablemente, muchas veces nos desenfocamos. Vivimos la vida cristiana persiguiendo nuestras propias bendiciones, buscando comodidad, éxito o reconocimiento. Pero eso no es lo esencial. Nuestro verdadero propósito es representar a Cristo ante los perdidos, reflejar Su amor y guiarlos hacia Él.
Así como Jesús tendió un puente eterno entre nosotros y el Padre por medio de la cruz, ahora nos ha llamado a extender ese mismo puente hacia los demás. Eres una extensión viva de Su vida, de Su poder, de Su sabiduría y de Su amor.
Mírate hoy como Dios te ve: como un embajador suyo. Y vive con la intención de representarlo con fidelidad dondequiera que vayas.
Señor, gracias por el privilegio de ser tu embajador. Ayúdame a recordar que no estoy aquí solo para mí, sino para llevar tu luz a quienes no te conocen. Lléname con tu Espíritu Santo, dame valor, compasión y sabiduría para hablar de ti con amor. Que mi vida sea un puente que conecte a otros contigo. En el nombre de Jesús, Amén.