El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará. Mateo 10:39
Muchos de los quebrantamientos que atravesamos en la vida cristiana chocan frontalmente con los valores de nuestra cultura. El mundo nos enseña a creer en nosotros mismos, a trazar nuestros propios planes, a no ceder jamás, y a conquistar todo lo que podamos para nuestra gloria personal. Pero el objetivo de Dios para nosotros no es hacernos célebres, influyentes o ricos. Su propósito es llevarnos al punto de reconocer que nada en esta tierra es eterno, y que el único tesoro verdadero e imperecedero es Él mismo.
Seguir a Cristo implica renuncia, entrega, dependencia total. No vivimos para nosotros mismos, sino para aquel que murió y resucitó por nosotros. Dejar que Él establezca la agenda, seguir sus pasos, obedecerle incluso cuando cueste, es el camino que nos lleva a la vida en abundancia.
Por eso, quien “pierde su vida” —sus ambiciones, su ego, su afán de control— por causa de Jesús, en realidad está hallando la verdadera vida. No la efímera y frágil existencia que este mundo ofrece, sino la vida eterna, llena de propósito, plenitud y paz inquebrantable.
Hoy, pregúntate: ¿Qué aspectos de tu vida aún necesitan rendirse ante Él? No temas perder lo que nunca podrá sostenerte, para ganar lo que jamás podrás perder.
Señor, te entrego todo lo que soy y todo lo que tengo. Renuncio a vivir para mí misma y te pido que seas Tú quien dirija mi vida. Enséñame a confiar plenamente en Ti, a caminar por fe, y a obedecerte aun cuando no entienda el camino. Ayúdame a soltar mis propios planes para abrazar los tuyos, sabiendo que sólo en Ti encontraré la vida verdadera. Que cada día refleje mi rendición total a Tu voluntad. En el nombre de Jesús, Amén.