Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Marcos 11:9
Cuando Jesús hizo su entrada triunfal en Jerusalén la semana antes de su crucifixión, la gente gritó: «Hosanna», que en español significa aproximadamente: «¡Te suplicamos que nos salves!». ¿Pero de qué? Por supuesto, sabemos que la gente pedía ser liberada de la opresión romana. Así que debió confundirles que Jesús no llegara montado en un caballo de guerra listo para la conquista, sino en un humilde burrito para ser el Siervo Sufriente. Esto se debe a que Jesús vio la mayor amenaza para nuestras almas: el pecado, que causaría una eternidad de sufrimiento separados del Padre en el infierno.
A menudo hacemos lo mismo que la gente de Jerusalén: clamamos a Dios para que nos salve de un dolor temporal, cuando hay fuerzas mucho más destructivas actuando en nosotros. Afortunadamente, nuestro Padre celestial siempre está a la ofensiva contra nuestros mayores enemigos y triunfa sobre ellos. No sólo nos libera de los problemas de los que somos conscientes, sino también de los adversarios invisibles que realmente nos paralizan.
Así que siempre que estés perplejo acerca de lo que el Señor está haciendo, recuerda que Él tiene una perspectiva única acerca de tus necesidades más apremiantes y nunca ignora ninguno de los desafíos que enfrentas. Confía en Él para elegir las batallas correctas, y abre tus manos para recibir, en el tiempo perfecto de Su voluntad, la victoria que Él mismo te ha prometido.
Señor, ayúdame a confiar en Tu perspectiva y tiempo perfectos. Cuando me enfrente a desafíos, ayúdame a ver más allá de las luchas temporales y a confiar en Ti para librar las batallas más grandes por mi alma. Gracias por ocuparte siempre de los asuntos más profundos de mi vida, y por Tu triunfo sobre las fuerzas que quieren hacerme daño. En El Nombre de Jesús, Amén.