La dádiva del hombre le ensancha el camino Y le lleva delante de los grandes. Proverbios 18:16
La adoración juega un papel importante y bíblico en nuestro caminar con Dios porque nos introduce en Su presencia. Él se entroniza en las alabanzas de su pueblo (Salmo 22:3). Isaías 43:21 nos dice que, como creyentes, fuimos creados para magnificar al Señor. Y Hebreos 13:15 nos anima a «ofrecer continuamente a Dios sacrificio de alabanza, fruto de labios que profesan abiertamente su nombre».
La alabanza debe ser una expresión natural de nuestro amor por nuestro Padre celestial. Debe fluir como una fuente debido a Su presencia moradora. También debemos ofrecerle nuestro agradecimiento de muchas maneras: en público y en privado, con palabras y cantos, e incluso con nuestras obras. Sin embargo, nuestra adoración es más eficaz cuando procede de un corazón puro, libre de amargura y, por tanto, abierto a honrar a nuestro Padre celestial como Él se merece.
¿Cuándo fue la última vez que ofreciste una expresión de alabanza a Dios? Tómate un momento para considerar Su bondad, fidelidad y provisión en tu vida, y exprésale tu amor y gratitud con todo tu corazón, alma, mente y fuerza.
Padre, te adoro de verdad. ¡Cuán bondadoso, amoroso y misericordioso eres! Alabo Tu santo nombre. Gracias por salvarme, amarme, proveerme y caminar conmigo en cada circunstancia de la vida. En El Nombre de Jesús, Amén.