Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. 1 Pedro 5:5-7
Muchas veces no lo percibimos pero una de las razones por las que nos resulta tan difícil dejar a un lado el egoísmo y adoptar el espíritu de siervo es que estamos impulsados por sueños de éxito. Queremos ser ganadores y llegar a la cima. Curiosamente, sin embargo, la mayoría de la gente admite que nunca llega a realizar lo que realmente desea en su búsqueda del éxito: contentamiento, plenitud, satisfacción y alivio. Al contrario, los caminos que supuestamente conducen al éxito no sólo son pedregosos; son enloquecedores, y hasta contraproducentes para la salud.
La cultura de hoy exige que trabajes más horas, que vayas más lejos, que no dejes que nada obstaculice tu búsqueda: ni tu matrimonio ni tu familia, ni tus convicciones ni tu conciencia, ni tu salud ni tus relaciones. Se te pide que llegues al límite de tus esfuerzos en una búsqueda incesante de un materialismo pasajero.
A riesgo de sonar simplista, me gustaría ofrecer algunos consejos que contrastan 180 grados con todo lo anterior. Mis sugerencias nunca aparecerán en el Wall Street Journal ni en el último número de la revista de Compañías más grandes del mundo. Pero representan una filosofía apoyada en la Palabra de Dios que el Apóstol Pedro escribió allá por el siglo I, resumida en el versículo de hoy: “Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo”
Sorprendentemente, esas palabras fueron escritas por Pedro, el pescador de Galilea que una vez se creyó el mismo, falsamente dueño de su propio destino. Sin embargo, del aguijón del fracaso seguido por la suave misericordia de Cristo, aprendió finalmente la maravilla de la obediencia.
Pensemos en ella como el lado olvidado del éxito. También es la recompensa que llega a quienes desean desarrollar el corazón de un siervo a través del sacrificio, pero a su vez, la recompensa de la entrega comprometida a Nuestro Padre de Los Cielos.
Señor, fortalece mi obediencia y mi humildad, cuando la tentación de querer hacer las cosas por mis propios medios, toque a mi puerta. Que cada día sea más dependiente de Ti y renocozca que sin Tu presencia, nunca podré tener el verdadero éxito que sólo viene de recibir el amor, la paz y la plenitud que Sólo Tu compañía puede conceder al ser humano, tu más preciada creación. Gracias Padre, por tan grande fidelidad. En El Nombre de Jesús, Amén.