Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. 2 Corintios 1:5
Dios nunca desperdicia nada: a menudo nos llama a utilizar nuestro dolor para ministrar a los demás.
Job formuló una pregunta desafiante durante su tiempo de sufrimiento: “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job 2.10). Incluso la adversidad tiene cabida en el plan de Dios.
Podemos encontrar consuelo en las palabras de Pablo: “[Dios] nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación” (2 Co 1.4). Piense en el tipo de personas que usted busca cuando se siente triste. Busca a alguien que haya sentido su mismo dolor, ¿verdad? Una persona que ha transitado el camino en el que nos encontramos puede entender nuestro sufrimiento y aconsejarnos con sabiduría. Según el apóstol, pasar por una experiencia dolorosa nos prepara para ser un estímulo para quienes tengan que pasar por algo parecido más adelante. Lo que se requiere es que aceptemos la adversidad que Dios ha puesto en nuestro camino y decidamos aprender de la situación.
Dios es el Señor de nuestra vida y tiene derecho a usarnos para consolar y alentar a otros. Como sus siervos, debemos estar dispuestos a recibir cualquier preparación que sea necesaria para cumplir su voluntad, incluyendo momentos dolorosos. Incluso en el sufrimiento, podemos confiar en que el Padre celestial nos ama y tiene un plan y un propósito para nuestra vida.
Padre celestial, reconociendo que eres el Señor de nuestra vida, te pedimos la disposición para ser usados en consolar y alentar a otros, aceptando incluso los momentos dolorosos como parte de Tu preparación. Confiamos en Tu amor y en el propósito divino que tienes para nosotros, y en las lecciones y crecimiento que quieres infundir en nuestro carácter y espíritu mediante los retos que se nos presentan. Gracias por Tu amor y Tu cuidado, pues como dicta Tu Palabra, junto con la prueba nos das siempre, la más perfecta de las salidas, Gracias Padre. En El Nombre de Jesús, Amén.