Tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; y el mar se aquietó de su furor. Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos. Jonás 1:15-16
Si alguna vez has intentado ignorar las órdenes del Señor o acallar la convicción del Espíritu Santo, probablemente hayas aprendido la misma lección que Jonás. No le gustaron las instrucciones de Dios e intentó evitar la indeseada misión huyendo. Pero pronto descubrió que nunca se puede huir de Dios.
La rebelión contra nuestro Padre celestial suele adoptar una de estas dos formas: una negativa rotunda a obedecer Sus instrucciones o un enfoque más pasivo, consistente en seguir tranquilamente nuestros propios planes sin tener en cuenta los mandatos bíblicos que no nos gustan. Sea cual sea el camino que tomemos, no podemos silenciar a Dios. La convicción de Su Espíritu nos seguirá, aunque llenemos la vida de distracciones que nos ayuden a ignorarle.
Lo que debemos entender es que Dios está dispuesto a perseguirnos, y eso puede implicar despojarnos de distracciones y traer consecuencias negativas para llamar nuestra atención. Es un Padre celestial amoroso que nos disciplina si seguimos por el camino de la desobediencia.
El Señor siempre está contigo, pero que tu relación sea tensa o pacífica depende de tu voluntad de hacer lo que Él dice. Utilicemos el ejemplo de Jonás como estímulo para obedecer con prontitud, en lugar de perder el tiempo huyendo y sufriendo las consecuencias.
Dios amoroso, ayúdame a escuchar y obedecer tu voz en lugar de seguir mis propios caminos. Que tu Espíritu Santo me guíe y fortalezca para cumplir tu voluntad. Dame un corazón rendido y obediente, dispuesto a seguir tus mandamientos y a honrarte en todas mis decisiones. Que mi vida sea un reflejo de tu amor y obediencia. En El Nombre de Jesús, Amén.