Proverbios 31:8. Abre tu boca por el mudo En el juicio de todos los desvalidos.
Mateo 27 relata el increíble detalle de que, mientras Pilato interrogaba a Jesús y los dirigentes judíos le acusaban injustamente, Él no pronunció palabra alguna: “Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.” (v. 14). Sin embargo, es importante que comprendamos por qué Cristo no se defendió: Porque tenía una batalla mucho más importante que librar, y no iba a distraerse. De hecho, estaba a punto de participar en la guerra de los siglos: la confrontación definitiva entre el pecado y la santidad de Dios, entre la muerte y la vida eterna.
Hebreos 12:2 dice: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”. En otras palabras, ignoró las palabras vacías de Sus acusadores porque estaba centrado en obedecer al Padre y salvarte: ése era Su gozo supremo. Para Él era mucho más importante reconciliarse con Dios que reivindicarse a Sí mismo. Del mismo modo, el Salvador comprendió que sólo tres días después, el Padre haría la declaración definitiva al resucitarle de la tumba. La resurrección no sólo silenciaría para siempre a Pilato y a los líderes religiosos, sino que anunciaría Su victoria eterna sobre el pecado y la muerte.
He aquí la pregunta para ti hoy: ¿Puedes mantener una actitud de silencio sobre cosas insignificantes para glorificar a tu Salvador? ¿Puedes mantener lo que Él ama como tu principal objetivo: liberar a los perdidos y obedecer al Padre? Por ello elige sabimente lo qué decir y cuando decirlo, Porque cuando te dispongas a pronunciar palabra, podrás atraer gente al camino del Señor, o alejarlos de Él.
Señor, gracias por elegirme a mí antes que defenderte a Ti mismo. Reconozco que mis palabras tienen consecuencias. Ayúdame a glorificarte siempre con lo que digo. En El Nombre de Jesús, Amén.