Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; Mas los impíos caerán en el mal. (Proverbios 24:16)
¿Has cometido errores? ¿Has fracasado en la consecución de un objetivo o en el cumplimiento de alugnas de tus expectativas? Estas situaciones pueden sumirnos profundamente en la tristeza, quitarnos la esperanza, y hacer que nos preguntemos si alguna vez podremos superar nuestras debilidades y ser útiles para El Señor y para las personas que valoramos a nuestro alrededor.
Sin embargo, existe una profunda distinción entre ser un fracasado y experimentar reveses. No eres un fracasado. Tus errores son sólo contratiempos temporales; no definen quién eres. De hecho, las Escrituras afirman claramente que una vez que depositas tu confianza en Cristo como tu Salvador, te conviertes en una nueva creación, privilegiada por estar habitada por Su Espíritu (Efesios 1:13-14). Ésa es tu identidad eterna. Eres heredero de Dios y coheredero con Cristo (Romanos 8:17).
El apóstol Pablo comprendió bien esta verdad. Por muchas veces que se enfrentara al rechazo o al encarcelamiento, siguió confiando en Jesús para determinar la verdad sobre su identidad: un instrumento elegido por Dios, especialmente encargado de proclamar el Evangelio (Hch 9:15).
Tú deberías hacer lo mismo. Cuando vengan tiempos de fracaso, recuérdate a ti mismo quién te ha creado Jesús para ser. Tus reveses pueden retrasar tu progreso hacia tus objetivos, pero también pueden servirte como importantes lecciones sobre como corregir los errores cometidos y emprender el verdadero camino hacia alcanzar tales planes.
Así que no veas los retrasos o caídas como motivos para rendirte; en lugar de eso, considéralos oportunidades para que Dios te enseñe valiosas lecciones. Luego, levántate, sacúdete el polvo y reanuda tus esfuerzos. Porque cuando lo hagas, el Señor honrará tu fe en Él, y muy seguramente te concederá la capacidad de perseverar y permanecer firme hasta que te revele Su victoria.
Gracias, Padre, por ser la esencia de mi identidad y hacerme una nueva creación. Quita de mi mente los pensamientos de derrota y recuerdame que no he fracasado. Ya he vencido por lo que Tú has hecho de mí. En El Nombre de Jesús, Amén.