Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. (Éxodo 3:2)
A lo largo de la vida, todos enfrentamos momentos de distracción en los que parece difícil escuchar la voz de lo divino. En estas ocasiones, a veces Dios opta por comunicarse a través de situaciones excepcionales que capturan nuestra atención de manera imposible de ignorar.
Consideremos el caso de Moisés, cuya historia se relata en el capítulo 3 del libro de Éxodo. A pesar de su educación y crianza real, Moisés se encontró desterrado en el inhóspito desierto, sumido en sentimientos de sorpresa, miedo, frustración y orgullo. No obstante, Dios tenía planes grandiosos para él y decidió utilizar un método inusual para llamar su atención: una zarza en llamas. Lo que resulta aún más asombroso es que Dios eligió hablar con Moisés a través de esta manifestación inusual.
La Biblia nos proporciona otros ejemplos similares, como el caso de la asna de Balaam, a la que Dios dotó del don del habla (Números 22.28). En ocasiones, Dios nos sorprende de maneras que no podemos pasar por alto, obligándonos a detenernos, observar y escuchar.
Es valioso aprender a reconocer la presencia de Dios en todas las circunstancias, ya sean extraordinarias o cotidianas. Al dedicar tiempo a la lectura de su Palabra y a la oración, desarrollamos la capacidad de percibirlo con mayor claridad. Entonces, independientemente de si nos encontramos en momentos de gran dicha o de abrumadora dificultad, es prudente dar un paso atrás y buscar la perspectiva divina, invitando a Dios a ayudarnos a comprender la situación desde su punto de vista.
Señor, que prevalezca Tu dirección y Tu guía sobre mis propios deseos y decisiones. Tus planes son perfectos y serán siempre los mejores para mi vida. En El Nombre de Jesús, Amén.