Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta. Filipenses 3:13-14
¿Piensas a menudo en tu pasado—los errores que cometiste, las ofensas que recibiste o los logros que alcanzaste? Puede parecer inofensivo, pero aferrarte a los días que ya pasaron puede obstaculizar tu fe.
El apóstol Pablo lo comprendía bien. Pudo haberse quedado atrapado en el hecho de haber perseguido a la iglesia y enviado a muchos creyentes a la muerte. La culpa pudo haberlo consumido. Sin embargo, eligió abrazar el perdón de Cristo. También estaban aquellos que lo maldijeron, golpearon y traicionaron; Pablo pudo haber sentido amargura hacia ellos, pero decidió extender la misma gracia que Jesús le había mostrado. Y aunque también pudo haberse quedado anclado en sus días de gloria—cuando era un líder prometedor entre los fariseos, encaminado hacia la riqueza y la fama—, prefirió considerar todo eso como basura comparado con conocer a Jesús.
Pablo entendió que cuando fijamos demasiado la mirada en los errores, las injusticias o incluso en las victorias, no avanzamos hacia lo que Dios desea para nosotros. Por eso siguió adelante, haciendo de Cristo su enfoque, porque ese es el camino hacia la vida plena. Así que hoy deja el pasado atrás, donde pertenece, y permite que Cristo transforme tu futuro de formas que ni siquiera puedes imaginar.
Señor, ayúdame a soltar lo que quedó atrás y a mirar hacia lo que tienes por delante para mí. Que no me detenga la culpa, el rencor ni el orgullo por los éxitos pasados. Enséñame a mantener mi mirada en Ti, confiando en que Tu plan es perfecto y que cada paso hacia adelante me acerca más a Tu propósito. Renueva mi fe y mi esperanza cada día. En el Nombre de Jesús, Amén.
